martes, 9 de junio de 2009

Introducción al tema de la moda:



Antes de comenzar a hablar sobre moda tenemos que conocer el significado que el concepto “moda” conlleva.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, la moda es una costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país, con especialidad en los trajes, telas y adornos. Enriéndese principalmente de los recién introducidos.


Otra definición más clásica y corriente dice que es una costumbre iniciada por una minoría prestigiada e importante, que llega a la sociedad y es aceptada por ella.

Existe, sin embargo, otra definición de corte mucho más periodístico según la cual la moda es un fenómeno social colectivo que retrata a un pueblo. Surge de la vida misma como medio de expresión y comunicación.

Para la periodista Margarita Rivière, la moda es como la narrativa difusa que ha movilizado masivamente la gente de esta época a ver, comprar y convertir esa narración en parte de uno mismo.

Los sociólogos más serios aseguran que todos tenemos varias identidades, de lo cual hay que congratularse puesto que es síntoma inequívoco de que llevamos la pluralidad dentro de nosotros mismos. La moda en la indumentaria ha puesto todo esto a nuestro alcance y lo ha convertido casi en obligación. La moda es ese mecanismo sutil que hace aflorar a la vez lo conocido y lo desconocido de cada individuo.


La moda ha regido relaciones personales y colectivas, ha levantado mitos, ha creado historias, ha movilizado voluntades y ha construido paraísos imposibles.

Pero el concepto de moda que más se adecua a nuestro objetivo es el siguiente: Moda son los gustos pasajeros que condicionan costumbres y tendencias en cualquier aspecto de la vida, aquello que tiene la atención general centrada en sí, que ha creado un momentum a su alrededor.

El fenómeno moda lleva implícito unas condiciones básicas: su sentido de la fugacidad, su interés radical por el cambio espectacular, por las variaciones que desembocan en su amor incondicional por todo lo que signifique novedad. Todo lo que es moda, pasa de moda, y esa facilidad para no permanecer es lo que define el auténtico proceso de la moda.

Lo mejor es siempre el presente, por eso la moda (sobretodo la que a indumentaria se refiere), entendida como un proceso de creatividad, tiene como principal cualidad estar en el momento.

Este amor apasionado por el presente hace que lo que está en la calle, lo que se lleva en cada momento nos entre por los ojos y nos parezca lo más favorecedor, lo más bonito. En cada época se cree firmemente que la moda del momento es la expresión definitiva, la más razonable, la más estética.

Pero la exaltación incondicional del presente supone en cierta manera una descalificación del pasado, de aquello que fue y ya no es novedad. Por eso la aparición de la moda como tal (otra vez nos referimos casi exclusivamente a la moda de vestimenta), surge cuando la sociedad deja de concentrarse en la tradición y el pasado colectivo, y otorga una aureola de prestigio a las nuevas formas y costumbres.

Ahora comenzaré a hablar sobre la historia de la moda…

La moda fue un invento magníficamente interesante que conformó la modernidad humana. Existe desde el siglo XIV. Apareció espontáneamente como instrumento aristocrático de diferenciación grupal, afirmación de la individualidad y embellecimiento personal. Su nacimiento significó un avance en la sensibilidad occidental.

Por todo ello, su inicial y principal función a lo largo de estos cinco siglos de vida se ha ejercido en el ámbito de la indumentaria. La moda fue la encarnación de la mediación entre una idea y su realización, para lo cual desarrolló toda la fuerza emocional de los iconos y los símbolos.

Su extraordinario desarrollo se debió a la importancia que para el hombre moderno ha tenido progresivamente la apariencia, símbolo sobre el dominio sobre las condiciones de vida. La degeneración de esa lógica deducción por las formas de las imágenes en el delirio y obsesión por el exceso de signos, el espectáculo gratuito y la virtualidad como sustituta real del mundo tangible, cierra una historia singular. Y abre también nuevas incógnitas.

Los expertos señalan tres etapas básicas en la historia de lo que se ha llamado moda aplicada a la indumentaria:


La larga etapa aristocrática, entre los siglos XIV y XIX, su utilidad común es como instrumento social para distinguir la calidad de las personas. Como claro instrumento de poder, las nuevas clases burguesas pugnaban por apoderarse del control de ese instrumento definitorio de identidades en las incipientes ciudades de la edad moderna, a las que la moda ayuda a transformarse en el paraíso del ver y ser visto y en el escenario donde exhibir la ilimitada ambición humana de señorear la tierra.

La etapa burguesa va desde principios del siglo XIX hasta los años 20 del siglo XX. Se amplía la base social de la moda y crea un nuevo instrumento de diferenciación para esas elites: La Alta Costura, que, a su vez, se convierte en el faro que ilumina la apariencia del mundo divulgando ampliamente los valores burgueses, entre los cuales sobresale el mandato de ser lo que se aparenta y no al revés. La moda consolida su poder de persuasión, su capacidad mediadora entre idea, imagen y realidad, su atractivo como resorte psicológico de creación de deseos. Gracias a este intermediario sutil que es la moda, madre directa de la imagen cinematográfica, se difunden modelos de vida, de emociones, y de comportamientos en el mundo entero.

La etapa consumista se inició en los Estados Unidos durante los años veinte de nuestro siglo. En este tiempo no seguir la moda equivale a la exclusión social. La moda en la indumentaria permite a una mayoría de individuos de las sociedades occidentales sentirse como los aristócratas del Renacimiento y los burgueses de la industrialización.

El carácter regresivo de la moda en esta etapa queda siempre oculto tras el carácter dinámico permanente y la intención aparentemente innovadora de sus sucesivos mensajes estéticos y sociales. El dinamismo y la apropiación de la innovación han garantizado su gran éxito entre la juventud, a la que ofreció un protagonismo durante los felices años 20 y, en especial, desde la década de los 60.

Los jóvenes hacen suya la moda hasta el punto de que no conciben una vida sin moda: sin esa orientación decisiva en la vida de cada uno de ellos. La moda ahorra el pensamiento, la elección y finalmente aniquila la incómoda responsabilidad. El enorme éxito, popular y mercantil, de su sistema de imposición de modelos y conductas en el terreno de la indumentaria y las costumbres, la introdujo como algo imprescindible en la emergente industria de los medios de comunicación, la economía y la divulgación de modelos políticos y de convivencia.




La actualidad, la noticia, la fama, la notoriedad y la posibilidad de negocio han acabado siendo sinónimos de moda. El sistema de la moda y su lenguaje definen toda la cultura de la imagen simbolizada por el cine, las noticias y el espectáculo en general. Lo que está de moda es, pues, noticia y adquiere así el derecho a ser divulgado por los medios de comunicación más influyentes del globo, que son los que se sitúan al servicio de la moda, convertida en una motivación obligatoria de su conducta. El siglo veinte es, sin duda, el siglo de la moda, ese instrumento capaz de anticiparse a los deseos de las personas.

Mariola Ruiz Martínez

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